Álamo blanco
Populus alba
Las márgenes de los ríos tienen su propia vegetación, denominada vegetación de ribera. Forma una cenefa característica que va recorriendo el curso del río. Los bosques de ribera presentan una gran diversidad de flora y fauna. Esta vegetación desempeña un importante papel en el ecosistema en calidad de:
En la página de recursos página de recursos encontraréis una clave dicotómica para poder identificar la vegetación de ribera.
Álamo blanco
Populus alba
Álamo negro
Populus nigra
Álamo temblón
Populus tremula
Sauce blanco
Salix alba
Sarga negra
Salix atrocinerea
Sarga
Salix elaeagnos
Mimbrera púrpura
Salix purpurea
Mostajo
Sorbus aria
Mostajo de perucos
Sorbus torminalis
Fresno de hoja ancha
Fraxinus excelsior
Olmo
Ulmus minor
Aliso
Alnus glutinosa
Avellano
Corylus avellana
Arce blanco
Acer campestre
Orón
Acer opalus
Arce de Montpellier
Acer monspessulanum
Tilo común o tilo de hoja ancha
Tilia platyphyllos
Espino blanco
Crataegus monogyna
Rosal
Rosa canina
Zarza
Rubus sp
Saúco
Sambucus nigra
Hiedra común
Heredera helix
Cornejo
Cornus sanguinea
Boj
Buxus sempervirens
Endrino
Prunus spinosa
Los tramos de la cabecera presentan especies adaptadas a temperaturas frías y a márgenes de fuerte pendiente.
Existe una vegetación de ribera de ambientes propiamente mediterráneos, caracterizados por soportar veranos muy secos y una alta variabilidad de precipitaciones a lo largo del año y en años diferentes.
Los ríos temporales y efímeros presentan unas especies adaptadas a situaciones extremas de sequía, de falta de agua durante periodos largos de sequía, pero también de resistencia a aguaceros repentinos.
En algunos humedales y tramos bajos de río habita una vegetación adaptada especialmente a una elevada salinidad.
Como consecuencia de las intervenciones humanas (talas, movimientos de tierras, etc.) y otras perturbaciones, las especies invasoras encuentran oportunidades para establecerse en las riberas fluviales. Estas especies representan una presión importante porque sustituyen a las especies autóctonas y pueden transformar considerablemente el ambiente ribereño hasta llegar, en ocasiones, a constituir poblaciones monoespecíficas, sin valor natural. Hay que controlar las especies invasoras y, de forma igual o más importante, evitar nuevas introducciones.
* Por especies invasoras se entienden aquellas que proliferan en un territorio del que no son originarias y al que han accedido por acción humana.
Ilustraciones: © Toni Llobet